¿Quién iba a pensar hace 10 años que Central Córdoba saldría campeón de la Copa Argentina? ¿Alguien se imaginó que, desde aquel ascenso a la Primera Nacional en 2014, el “Ferroviario” se clasificaría a una Copa Libertadores? ¡Despierten, santiagueños! El sueño es una realidad: son campeones nacionales y el año siguiente viajarán a lo largo del continente. Impensado, heroico e ilusionante. El triunfo llevó al fútbol santiagueño a lo más alto y, sobre todo, volvió a enorgullecer al norte argentino.

El gol de Matías Godoy cayó casi de sorpresa y puso el 1-0 definitivo para vencer a Vélez. El centro, que en teoría iba dirigido a Favio Cabral, superó todos los cálculos de Tomás Marchiori y se clavó en el arco. Nadie esperaba que la ventaja llegase por un remate de media distancia que, a priori, parecía ser inofensivo. Un disparo que aparentaba que podría ser capturado por el ex Atlético. ¿Quién se imaginaba que una de las figuras del equipo de Gustavo Quinteros fallaría en un momento así? El fútbol es impredecible, y esas extrañezas suceden.

“Estuvimos seis meses en los que no pudimos ganar en 11 fechas, pero llegó Omar  (de Felippe) y le cambió la cara a este equipo”, dijo el delantero, quien ganó el título por segunda vez consecutiva -el año pasado lo logró con el “Pincha”-.

La estocada de Godoy fue definitiva. El equipo de Omar de Felippe hizo lo que más lo caracterizó a lo largo del año: aguantar, y eso fue suficiente para dominar el partido, para dormirlo. Vélez quedó perplejo y abatido. Buscó, pero no encontró. Lanzó remates adentro del área, de afuera, sin potencia ni precisión... El equipo de Quinteros se pinchó en el momento más importante del año. Aflojó en la última curva, y los santiagueños lo superaron a base de esfuerzo y sacrificio.

Es cierto, Vélez intentó más en la primera mitad, y la ausencia de VAR lo perjudicó. Si se hubiese utilizado esa herramienta, la mano de Lucas Abascia tendría que haber sido cobrada como penal. La historia, en definitiva, hubiese sido otra.

El “Fortín”, sin embargo, fue el único responsable de su derrota. Volvió a flojear en un momento decisivo. Al igual que lo hizo frente a Estudiantes en la final de la Copa de la Liga, y del mismo modo que sucedió contra Unión en la última fecha de la Liga Profesional. Un resultado que complicó sus chances de conseguir el campeonato local, y benefició a Talleres, que buscará quedarse con el título.

¿Será que el “15 de Abril” -el estadio en el que perdió la semana pasada- estará maldito para el equipo de Liniers? Después de los dos golpes, es inevitable la conspiración, aunque las estadísticas respaldan el bajó de rendimiento: sólo ganó tres de los últimos 11 partidos (empató seis y perdió dos). ¿Podrá levantarse para la última fecha de la Liga Profesional? La pregunta, por estas horas, no tiene respuestas.

Central Córdoba hizo un torneo perfecto. No hubo “cucos” de renombre, pero si grandes equipos que atravesaban un buen momento. Quilmes, Estudiantes, Newell’s, Temperley, Huracán y Vélez no pudieron frenar las aspiraciones del equipo de De Felippe. A veces, la victoria era con lo justo, aunque, en los duelos “mata-mata”, lo único que importa es pasar. Las estrategias y los métodos pasan a un segundo plano.

No debe obviarse que el duelo se sentía como una revancha. En 2019, River había aguado la fiesta de los santiagueños, y esta ocasión se presentaba como la ideal para revertir esa historia. Y lo lograron.

El título vuelve a poner en lo más alto al fútbol norteño. Está a la altura de las conquistas de San Martín (la Copa de la República de 1944) y de Atlético (la Copa de Campeones de 1960). Y, sobre todo, deja en claro que no necesariamente se necesita estar bajo los grandes flashes para ser campeón. Un poco de esfuerzo y corazón es suficiente, y Central Córdoba lo demostró.